Por Ernesto Proaño Vinueza (artista visual)
El nuevo
Mariano Aguilera ha recogido, por fin, lo que por tantos años han reclamado los
creadores visuales, esto es no circunscribirse a un único premio sino a varias
categorías que funcionen como una suerte de becas para producir proyectos, así
mismo no ha existido un “comité curatorial” sino un “comité técnico” —figura
que ya fue usada en al zur-ich
como herramienta de pre-selección—, integrado por Miguel Alvear
(artista visual), Trinidad Pérez (historiadora del
arte y docente), Melina Wazhima (artista visual), Romina Muñoz (artista visual), y Edgar Vega (teórico de la imagen y docente).
Quienes a su vez eligieron el jurado integrado por Nekane
Aramburu (curadora y gestora cultural), Javier Duero (curador y gestor
cultural) y Manuela Moscoso (curadora y gestora).
Todo muy legal y transparente consignado
en una página web donde incluso constan fotos de los jurados en pleno trabajo y
el acta notarizada del premio.
Me ha llamado la atención que de las 6
categorías la de “Curaduría” ha sido declarada “desierta”.
En nuestro país (y en el resto del
planeta igual), quienes se dedican a esta actividad —la curaduría—,
generalmente detentan puestos de poder en museos, centros culturales, galerías
e universidades, son los mentalizadores, coordinadores, gestores y delineadores
de las políticas del arte. Juzgan, indican, dirimen, enseñan y por su puesto
segregan a todos aquellos que no cumplen con sus parámetros o sólo discrepan
con sus opiniones, de tal manera que su dictadura es prácticamente absoluta.
Por
eso me ha llamado la atención el fallo “desierto”. Ignoro cuántos proyectos en
este campo se presentaron, tal vez no mandaron proyectos, pero es sintomático que el casillero esté en blanco,
nos deja espacio para reflexionar y sobretodo para reafirmar que siguen siendo
los creadores los verdaderos protagonistas del arte.