miércoles, 8 de diciembre de 2010

Elegía del arribismo

Por Iván Calvache (artista visual y escénico)

Después de regresar de la Yoni hace algunos años, a lo primero que me enfrenté en Quito fue al tráfico caótico y sin reglas de mi ciudad, todo aquel que ha vivido algún tiempo en los Estados Unidos se acostumbra al orden que imponen las duras leyes de tránsito y a la forma en que estas se hacen cumplir, sabemos que es imposible discutir con los policías gringos, menos todavía sobornarles. Pero en el Ecuador, si uno comete una infracción, el comunmente llamado «chapa» que muy prepotente y altivo te ha amonestado, siempre deja entrever que existe otra posibilidad para que no te vayas directamente a cana. Y en esto consiste la maravilla de nuestro sistema, tenemos la oportunidad de que no nos caiga todo el peso de la ley si le pasamos un buen billete al policía.

En el arte sucede algo igual, si los concursos fueran estrictamente imparciales ganarían los desconocidos, más como esto es una sociedad de libre mercado, uno puede cabildear durante años con los futuros jueces para tener el chance de ser premiado. Porque seamos francos, no existen mejores obras que otras, sino mejores oportunidades. Por fortuna uno puede llegar a negociar con el crítico, curador, jurado, profesor o funcionario público y lograr beneficios para todos.

El arribismo, aparentemente tan negativo, es fundamental para el arte contemporáneo, la creación no puede ni debe ser un oficio apartado del mundo, los artistas debemos interactuar con la sociedad, transformarla y finalmente ganar fama y fortuna a toda costa, ser un desconocido en el arte no nos conduce a nada.

El diccionario de la Lengua Española dice que arribista se la persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos. Y la wikipedia sataniza el arribismo como una característica negativa que emana del ser humano a causa de las diferencias sociales que existen dentro de la sociedad. Y agrega a modo aleccionador: causa el rechazo de sus pares, debido a la negación de sus raíces y a la vez tampoco es bien aceptado por el círculo social al cual se quiere pertenecer, lo que origina una gran frustración y envidia por parte de quien posee esta característica. / Esto no tiene relación con el natural y sano deseo de progresar en la vida, porque el arribismo busca acceder a una clase superior sin importar los medios que se deban utilizar para lograr su felicidad que se basa en estatus y bienes materiales.

Yo me pregunto ¿es que acaso todos aquellos que han triunfado en el arte no han sido envidiados por sus contemporáneos, y ellos mismos no han envidiado a otros por su éxito? Por supuesto que sí, en el arte, como en toda actividad humana, la piedad es un concepto ajeno. Si Guayasamín no hubiera recibido el Gran Premio de la Bienal de España del gobierno fascista de Franco, en 1952, o aceptado el mecenazgo del multimillonario David Rockefeller ¿hubiera sido famoso a escala continental? No, evidentemente. Y es que lo que se denomina «arribismo» es lo que ya Maquiavelo señaló en su célebre y manoseada frase «el fin justifica los medios», y en ese proceso se aplasta a los demás, se corrompe uno, corrompe al resto, pero se logra el objetivo.

Nuestra cosmovisión cristina occidental apela a los «buenos valores», sin embargo la famosa ética sólo nos conduce a la miseria y el olvido, si alguien detenta el poder hay que aprovechar haciéndose amigo, amante, adulador, lo que sea de ese alguien, puesto que esa persona es un escalón, un instrumento para mejorar nuestras carreras como artistas, si un curador quiere llevarse el crédito por una exposición está en su derecho, así funciona la cosa, nada es gratis, pero ese curador, si nos portamos bien y somos sus amigos (o lo que quiera que seamos), nos llevará a su siguiente muestra en Miami o Madrid, eso es estrategia política o si quieren pueden decirle arribismo.

Arribistas somos todos, somos una sociedad donde es posible hacer cualquier cosa porque todos tenemos un precio, eso hace que sea un mundo más llevadero, imagínense que la siguiente vez que les detenga la policía por manejar borrachos les encierre sin contemplaciones en la cárcel, sin la posibilidad de poder negociar por veinte dólares continuar su vida normal. Un desastre.

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